Entre el río y la Colina del Quirinal se encuentra el gueto de Roma. Un lugar desconocido que invita al paseo sosegado en sus estrechas calles medievales.
Abrazado por el río y rodeado de
iglesias cristianas (Santa María de la Paz, San Juan Florentino, Santa María
Minerva, Iglesia del Jesús…) se encuentra el barrio judío de Roma con una larga historia a sus espaldas. Recorrer sus estrechas callejuelas
medievales, dejar que el silencio invada nuestro espíritu, detenernos en
algunas de sus recoletas plazas, curiosear en sus tiendas tradicionales o
pararse a degustar los deliciosos platos hebreos (no hay que perderse los
dulces) son placeres reservados al más sibarita de los viajeros.
Cosas curiosas que ver en Roma
Desconocido y ausente en la
mayoría de las guías turísticas tradicionales, el gueto judío es una perla escondida en el interior de Roma. Frente a
la Isla Tiberina y el Trastevere, el acceso más cómodo es por
el otro lado del río, cruzando la Colina
del Quirinal hacia el Puente Palatino. Hay que dejar atrás esa construcción
mastodóntica que solo se debe visitar porque allí reposa la tumba del soldado
desconocido que es el Monumento a
Vittorio Emanuele II. El reflejo de esta construcción que adelanta el gusto
fascista se eclipsará cuando el viajero se adentre en las estrellas callejuelas
de la antigua judería de Roma.
Barrio Judío de Roma
Acompañados por el eco de los
pasos, las fachadas van recordando sus antiguos moradores: algunos ilustres,
otros importantes, otros anónimos represaliados en distintos momentos
históricos. Que no pierda el rumbo el
viajero entre tanto nombre hebreo y que se dirija hacia la Plaza Mattei, muy cerca de la calle principal, la Vía del Pórtico d’ Ottavia, y allí se
entretenga con el rumor del agua de la conocida como Fuente de las Tortugas.
Tampoco hay que perderse una visita a la Sinagoga Judía de Roma, sede del actual Museo Hebraico, construida
en estilo neoclásico con concesiones al Liberty (una interpretación del
Modernismo) sobre todo en la decoración de su cúpula interior.
Los distintos rincones del barrio
judío de Roma cuentan una larga historia de penalidades. Hay constancia de que
la zona estuvo habitada en pleno Imperio, y buena prueba de ello son las ruinas
del Teatro Marcelo, mandado a
construir por Julio César en el siglo I a.c. Con la misma estructura que el Coliseo, aún se usa hoy en día como
espacio para conciertos o cine al aire libre durante los meses de verano.
Poco se sabe de la vida,
costumbre y avatares de la población de esta zona hasta 1555 cuando el Papa
Pablo IV, mediante un bula, creó un gueto cerrado y amurallado que solo se
abría de día. Dicha ley prohibía a los judíos dedicarse a ciertas actividades y
debían ir identificados (con un pañuelo o sombrero de color amarillo) en todo
momento. El barrio fue creciendo de forma insana hasta el siglo XIX cuando sus
hacinados inquilinos (tampoco se permitía el acceso a la propiedad) fueron
liberados de las murallas y de las injustas leyes que coartaban libertades
esenciales. Con la ocupación nazi la comunidad judía de Roma sufrió un nuevo
revés, ya que buena parte de ellos (entre 5.000 y 10.000) fueron deportados al
campo de concentración de Auschwitz
de donde solo regresaron con vida 16 personas.
Hoy el barrio judío es un lugar
apacible, encantador, cuidado y silencioso.
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Por CandelaVizcaíno
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